martes, 8 de abril de 2014

REFLEXIONANDO EN VOZ ALTA: LOS GIMNASIOS

 
 
Hace tiempo que vengo dándole vueltas al tema de los gimnasios. Esos sitios donde algunos pasamos varias horas a la semana y en los que, a pesar de ello, nunca acabamos de sentirnos cómodos. En mi caso particular, frecuento uno tres veces por semana y a pesar de que paso tanto tiempo allí (en total serán unas cuatro horas a la semana), siempre tengo la sensación de estar en un lugar extraño en el que nunca me siento del todo cómodo y del que siempre es mejor salir lo antes posible.

 
La reseña de hoy, no es, por tanto, un artículo de utilidad práctica sobre como entrenar en estos lugares o los mejores gimnasios que podéis encontrar en vuestra ciudad sino más bien una reflexión en voz alta acerca de los mismos después de pasar numerosas horas entrenando.
 
Para aquellos que nunca hayáis pisado uno tenéis que saber que lo primero que te llama la atención cuando entras en los gimnasios es el ambiente. Es cierto que esto varía mucho de unos a otros pero todos tienen algo en común. Una especie de música dance de fondo, que proviene (normalmente) de una sala donde las mujeres están dándolo todo en las bicis en una clase de Spinning, y que te hace sentir que sólo te hace falta un Ron con coca cola y un par de gogós para sentirte como en una discoteca.
 
 
Una vez pasas el umbral de la sorpresa de la música (y obvio ese olorcillo característico de los gimnasios mezcla de desinfectante y sudor) lo segundo que llama, y mucho la atención, es el tema de los vestuarios. Desconozco como serán los vestuarios femeninos de los gimnasios (pese a que me gustaría visitarlos) pero el vestuario masculino de los gimansios suele ser un lugar oscuro y turbio en el sentido de que todo el mundo aparenta normalidad pero en el fondo nadie se siente realmente cómodo. Y eso es precisamente una de las cosas más incómodas de los vestuarios. Esa sensación de que todo lo que hagas allí dentro tienes que hacerlo con la picha al aire. Porque no vayáis a pensar que la gente se tapa con una toalla y muestra sus partes pudendas únicamente en la medida que sea necesario.
 
No, eso sería demasiado fácil. En vez de eso, lo que hace la mayor parte de la gente es pasearse en bolas y permanecer el máximo tiempo posible con el algarrobo al descubierto. No sé exactamente la razón por la que esto ocurre pero es así. En vez de colocarse los gayumbos y después afeitarse o peinarse o echarse el desodorante, hay un gran porcentaje de gente que realiza todo ese proceso en bolas, y sólo al final cuando parece que lo único que les queda es echarse la mochila al hombro y largarse, sólo en ese momento, estos individuos parecen recordar que para su desgracia no pueden ir con la salchicha colgando hasta su casa, y se ponen los pantalones.
 
A mí esto me parece muy molesto, no sólo porque no tengo porque soportar el visionado de pichas ajenas (para eso me veo la mía todos los días) sino porque es realmente molesto que la chorra de uno de estos interfectos pase a menos de un metro cuando te estás atando los cordones. Vamos que te descuidas y te sueltan un salchichazo en todo el ojo.
 
 
Una vez terminamos nuestro periplo por los vestuarios llega el momento de salir a la sala. Aquí también notaremos sucesos extraños. Para empezar tendremos una clara división en:
 
Las máquinas de ejercicio cardiovascular, que son las clásicas cintas o máquinas aeróbicas etc, en las que encontraremos en primer lugar tías. Tías que se creen que es lo único que vale la pena hacer en un gimnasio y que por lo tanto lo único que hay que hacer es cinta un la máquina esa que simula subir escaleras para fortalecer el culo. Lo que ellas no saben es que por el mero hecho de estar delgadas y correr mucho no van a estar tonificadas, y que es mejor hacer tres series de sentadillas que tirarse una puta hora en la máquina de las escaleras. En las cintas también encontraremos al clásico gordaco/a que pesa unos 120 quilacos de pura crema de cacahuete que están sudando como verdaderos pollos a la marinera y que probablemente veremos unas dos veces en el gimansio antes de que desaparezcan definitivamente.
 
 
 
Y las clases. Clases de la más variada índole, como de pilates yoga fitness y cosas que sigo sin saber exactamente qué son (como el Zumba fitness que alguien me lo explique. Son clases que normalemente están pobladas de pibas a las que entrar en la sala de musculación y máquinas les da miedo . Porque esa es otra. Las chicas creen que por coger una pesita de 2,5 kg y hacer cinco repeticiones se van a poner como el increíble Hulk. Pero nada más lejos de la realidad (más que nada por el hecho de que las mujeres carecen de testosterona por lo que va a ser realmente complicado que por coger una pesa un par de días a la semana se pongan grandes…ya nos cuesta a nosotros los chicos ponernos fuertes y ganar peso…) Pero a lo que íbamos, las clases de fitness. Estas clases están pobladas de chicas, de hecho será raro ver a algún chico (salvo la típica maricona o ese que quiera pillar cacho) dentro de las clases.
 
Sin embargo, pese a que estas clases se desarrollan en aulas particulares ajenas a la sala central de musculación, es divertido observar como lo que ocurre en ellas influye directamente en el resto del gimnasio, en la medida que, si hay alguna cachonda dentro de la clase, la mayoría de las miradas y actividades de los escasos heterosexuales que pueblan la sala estarán dirigidas de modo frecuente y constante a esta sala en general y a los culos en mallas con tanga en particular (por cierto especialmente llamativo es el hecho de que prácticamente todas las mujeres en el gimnasio van maquilladas e hiper tuneadas…lejos de ir a sudar con la ropa más guarra que se han encontrado parece que van a pillar cacho…lo que a nosotros los calentorros no nos pasa desapercibido…(vamos que no quitamos ojo).
 
 
Porque este es otro de los fenómenos paranormales que tienen lugar en los gimnasios. La distinción radical entre hombres y mujeres, no sólo en cuanto al entrenamiento se refiere (y que comentábamos antes, en relación a que rara vez vas a ver a una chica realizar jalón al pecho o ejercicios en el banco de press militar…y lo mismo puede aplicarse a la máquina de elíptica, que prácticamente ningún chico utiliza, lo que tiene su lógica porque es una mariconada de máquina en la que lo que sueles encontrar son chicas maquilladas sin ánimos de quemar calorías y que suelen usar la máquina al tiempo que se leen el Cuore, el Hola o cualquier otra revista de cotilleos de baja estofa…) sino en cuanto a la separación que existe entre ellos y el miedo que tienen los chicos a hablar con las chicas (que suelen ser bastante atractivas y suelen ir muy apretadas y apetecibles en sus mallas) dentro de los mismos. Supongo que ese miedo deriva no sólo del atractivo de muchas de estas mujeres que pueblan estos gimnasios (y que muchas veces te encuentras haciendo ejercicios con mucha carga sesuarr como cuando hacen sentadillas o se ponen en la máquina de femoral ahí con todo el culo ofrecido) sino de la errónea creencia popular de que en otro sitio que no sea la discoteca no se puede ligar (si bien reconozco que acercarse a estas atractivas féminas por la calle o en el gimnasio supone todo un reto para nuestro valor).
 
 
 
En fin… como decía al inicio de esta reflexión, este post no pretende ser didáctico…más bien ha tenido la única finalidad de entretener...si he conseguido arrancar alguna sonrisa entre aquellos que se hayan sentido identificados con las experiencias relatadas anteriormente…(seguro que os ha pasado ver tias en mallas a punta pala y quedaros con cara de bobos mirando a más de una, entre otras cosas…) para mí es recompensa suficiente…sólo espero que hayáis disfrutado del viaje…
¡y veros próximamente en el gimnasio!

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